Día Internacional de Tolerancia Cero a la Mutilación Genital Femenina (MGF)


7 de febrero de 2018. Con motivo del Día Internacional de Tolerancia Cero a la Mutilación Genital Femenina (MGF), la Unión de Asociaciones Familiares (UNAF) organizó ayer su VII Jornada Internacional sobre la MGF, en el Ayuntamiento de Madrid. Bajo el título “Mujeres y niñas libres de violencias de género: tejiendo redes, sumando voces”, en el encuentro participaron expertos, representantes de instituciones públicas y organizaciones internacionales dedicadas a la lucha contra la MGF, y se escucharon testimonios de personas directamente implicadas en esta práctica que sufren millones de mujeres y niñas en todo el mundo. Todo ello con el objetivo de entender la importancia de un enfoque integral y fortalecer las redes de colaboración para proteger los derechos humanos de las mujeres y niñas.

El acto fue inaugurado por Ascensión Iglesias (presidenta de UNAF), Ildefonso de la Campa Montenegro (director General de Migraciones del Ministerio de Empleo y Seguridad Social) y Celia Mayer Duque (delegada del Área de Políticas de Género y Diversidad del Ayuntamiento de Madrid). Los tres evidenciaron la importancia de luchar contra esta forma de violencia de género que supone una grave violación de los  derechos humanos.

Según la OMS, “la mutilación genital femenina comprende todos los procedimientos que, de forma intencional o por motivos no médicos, alteran o lesionan los órganos genitales femeninos”.

Esta práctica tiene su origen en una serie de creencias culturales que definen la mutilación como necesaria, como un rito de paso o un canon que garantiza la pureza de la mujer, haciendo que le resulte más fácil encontrar un marido; los matrimonios son más seguros y los hijos que nacen van a ser más sanos; además de ser un mandato religioso en muchas ocasiones. Estas son algunas de las justificaciones que se escuchan en las comunidades que practican la MGF. Y en muchas ocasiones, la falta de educación contribuye a que esto no cambie.

Aunque a menudo se percibe que la MGF está vinculada al islam, lo cierto es que se trata más de una práctica cultural que religiosa. En Kenia por ejemplo 21 etnias de 47 practican las MGF, pero solo tres de estas son musulmanas.

Este acto se continúa practicando sobre todo por parte de las mujeres, ya que lo aceptan y lo conciben como algo natural y esencial; pero también la práctica se ve alimentada por la idea sexista, compartida a menudo por hombres y mujeres, de que éstas deben ser sometidas al marido, que no importa que no sientan placer durante el acto sexual y que solo sirven para la reproducción y para cuidar a la familia.

Las consecuencias de la MGF son claramente físicas, psicológicas, emocionales y sociales. Las mujeres y niñas sometidas a esta práctica a menudo acarrean graves problemas de salud y se enfrentan a un alto riesgo de muerte tras la mutilación y también en futuros partos; por no hablar de los traumas psicológicos que les marcarán toda su vida, soportando situaciones de vulnerabilidad.

Justo por eso es importante actuar de manera conjunta entre mujeres-hombres y entre países donde se práctica y donde no, para sensibilizar sobre el problema y educar de manera preventiva a la población, con el fin de acabar con la MGF. En muchos países occidentales la mutilación genital sigue siendo un tema desconocido, o se piensa que ya está en desuso, pero claramente no es así. Según los último datos de UNICEF, unas 200 millones de niñas y mujeres vivas actualmente han sufrido la MGF en África, Medio Oriente y Asia. Concienciar a todo el mundo sobre la MGF tendría que ser una prioridad a nivel internacional.

Durante la jornada algunos expertos recalcaron también la importancia de formar a los profesionales sobre cómo tratar los casos de mujeres mutiladas, y cómo ayudar a eliminar esta práctica. Es necesario desarrollar conocimientos básicos para poder atender a las mujeres de la mejor forma posible, escuchándolas y respetando sus tiempos sin dar la impresión de que se está juzgando lo que sufrieron.

Además de los médicos, hay muchos actores con un papel muy relevante y estratégico en esta lucha. Por ejemplo, la legislación internacional de DDHH y de genéro, la legislación nacional de cada país, los servicios de policía, los líderes religiosos y locales y todas las personas que trabajan en el campo educativo. La clave para conseguir eliminar la MGF  es que todos estos actores trabajen de manera conjunta y en todos los frentes posibles.

No podemos olvidar entre los actores el rol de los hombres, que tienen que apoyar y acompañar a las mujeres en este proceso, no como líderes del patriarcado, sino como iguales.

Un ejemplo de esto es la historia de Ibrahim Bah y su mujer Aissatou Barri, originarios de Guinea Conakry. Ibrahim tuvo desde pequeño algunos recelos sobre la MGF, y una vez en Europa pudo comprender y conocer las consecuencias de la mutilación. Fue a partir de ese momento cuando decidió hacer algo para cambiarlo y comenzó su lucha para evitar que más niñas sufrieran la MGF, empezando por concienciar y convencer a su esposa de que la mutilación “no estaba bien”. Esta pareja luchó contra las tradiciones, incluso contra su propia familia, hasta ser marginados por su comunidad. Ahora viven en España y son activistas en la lucha contra la mutilación genital femenina.

Mi familia y yo hemos sido afortunado por poder vivir en Europa y evitar que nuestra hija pasara por esto. Pero aún hay muchas víctimas y no todas pueden escapar de la situación”, señalaba Ibrahim Bah en el acto celebrado ayer.

El acto se cerró con la exhibición de la Coral de la Asociación Karibu.

Los ponentes de la jornada fueron Laura Nuño Gómez, Alba Alfageme Casanova, Christine Flamand, Rosa San Segundo Manuel, Quite Djata, Clara Caldera, Ibrahim Bah y Aissatou Barry, Luisa Antolín Villota, Mª Ángeles Rodríguez Benito, Asha Ismail, Seydou Niang, Jesica Joaquín Rodríguez y Paz Casillas Martínez.

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